Mensaje de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, durante la conmemoración del 53° Aniversario de de la masacre del 2 de octubre
JEFA DE GOBIERNO, CLAUDIA SHEINBAUM PARDO: Muy buenos días. 2 de octubre no se olvida.
Quiero dedicar la intervención de hoy, no solamente a todos los jóvenes, hombres y mujeres que fueron acribillados en esta Plaza por un crimen de Estado, sino en particular, a dos personas participantes de este Movimiento que fueron parte personal de mi vida, por la cercanía con la cual crecí, Raúl Álvarez Garín y la Chata Campa.
Y decimos no se olvida porque, si olvidamos, se repiten las mismas historias; un Estado autoritario que fue capaz de acribillar y encarcelar a jóvenes que pedían democracia, que exigían la no represión, que estaban en contra de un Estado autoritario y que lo que recibieron, frente a la exigencia de diálogo, diálogo público, fue una traición y fueron balas.
Un Estado que no solamente olvidó a los jóvenes, no solamente les dio la espalda, sino que estuvo o fue capaz de acribillarlos; y esa historia de autoritarismo y represión se repitió durante décadas.
No inició en el 68, venía de antes, pero esa historia, a pesar de una supuesta apertura democrática, continuó con una guerra sucia en contra de jóvenes que seguían luchando: desaparecidos políticos, presos políticos.
Tiempo después, la enseñanza de jóvenes que lucharon por la democracia hizo que muchos jóvenes que nacimos en épocas posteriores, o que éramos pequeños en el 68, nos dieran la enseñanza para seguir luchando. Entonces luchamos por el derecho a la educación, salimos a las calles en este histórico 1985 –durante el sismo– a darle la mano a nuestros hermanos.
Esta histórica Plaza de Tlatelolco ha vivido distintas tragedias, pero sus habitantes –quienes viven en estos edificios– son señal y son reflejo de lo que es el pueblo de la Ciudad de México, un pueblo solidario que siempre da la mano, que lo vivió en 1968 y en 1985 y ahí, en esa solidaridad frente a la ausencia del Estado durante el terremoto del 85, muchos jóvenes también aprendimos a luchar y eso se reflejó en un movimiento estudiantil que luchó por el derecho a la educación en 1986, 87 y de ahí vino un movimiento que inició en la lucha por la democracia que nos dejó 1968 y muchas historias previas que ha vivido esta ciudad con los movimientos de maestros, el movimiento ferrocarrilero, el movimiento médico, el movimiento universitario, y de ahí, desde 88, iniciamos una larga lucha por la democracia y el primero de julio del 2018 triunfó un movimiento, un movimiento amplio que surge de muchos y diversos lugares, pero que tiene un sello en muchos de nosotros y es el movimiento estudiantil de 1968.
Este nuevo momento histórico que estamos viviendo en el país no podría haberse dado sin las luchas que hemos mencionado y, particularmente, a los jóvenes del 68 que fueron acribillados en esta plaza.
Esta nueva forma de gobernar que acaba con la corrupción, que acaba con los privilegios y que tiene por encima de todo la democracia y la no represión al pueblo surge precisamente de ahí y es el orgullo de lo que estamos viviendo hoy, la Cuarta Transformación de la República.
Hablamos de la primera, de la Independencia; de la segunda, de la Reforma; de la tercera, de la Revolución; pero también tenemos que hablar de los grandes movimientos sociales que se gestaron en esta ciudad, ferrocarrileros, médicos, estudiantiles que nos dieron la posibilidad de tener un gobierno distinto en este momento.
Y ahí ya no hay marcha atrás, ya no hay marcha atrás porque ha habido una revolución de las conciencias, en donde el pueblo de México sabe que el derroche no tiene cabida en esta ciudad, que la represión no tiene cabida en esta ciudad.
Por eso, el 5 de diciembre de 2018, entramos al Gobierno de la ciudad –entre otras cosas– diciendo que desaparecíamos el cuerpo de granaderos. Y nos hemos dedicado durante todos estos años a una capacitación intensa, en donde la Policía de la Ciudad de México nunca más sea una policía represora.
De aquí nos vamos a trasladar al edificio de Tlaxcoaque, ahí en donde se reprimió a muchos jóvenes; y ese edificio, esos sótanos donde reprimieron a muchos jóvenes, se va a convertir ahora en un Centro de Memoria Histórica.
Porque así como recuperamos la memoria histórica de los Siete Siglos de historia, o de los más de Siete Siglos de historia, que conforman esta ciudad; de los 500 años de Resistencia de los pueblos originarios; de los 200 años del México Independiente, también y, fundamentalmente, por el lugar de donde venimos y porque vamos a reivindicar siempre de dónde venimos, porque si no se nos olvida a dónde vamos, precisamente por eso, el día de hoy decimos: 2 de octubre, no se olvida.
Y, este Gobierno que lo que hace es promover derechos, una Ciudad de Derechos, que lo único que permite o que provoca, o que busca, es una ciudad de libertades; una ciudad, donde nunca más, el Estado reprima a sus jóvenes; y, es más, no solamente se ofrece democracia, dignidad y libertad y trabajamos todos los días con ello, sino que, además, damos a los jóvenes educación, damos a los jóvenes posibilidad de desarrollo, damos a los jóvenes derechos y libertades, porque por eso luchamos, por derechos y libertades.
Y, desde el lugar donde estamos, desde la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, y toda nuestra vida, nuestra historia y hacia adelante, seguiremos luchando porque esta lucha no se acaba, por los derechos y las libertades del pueblo de México.
Eso es lo que es este nuevo gobierno, eso es lo que es la Cuarta Transformación de la vida pública de México.
Se acabaron los privilegios, se acabó la corrupción, y hoy luchamos por un México con justicia, un México de libertades, un México con democracia, y un México que mira siempre a los más necesitados.
“Por el bien de todos, primero los pobres”, ese es el mejor homenaje que podemos hacer a los jóvenes y a las jóvenes de 1968, libertad y justicia.
¡Que viva la Ciudad de México, Ciudad de Derechos y Ciudad de Libertades!
¡Que viva México!
MIEMBRO DEL CONSEJO ASESOR DE CULTURA PARA LA CIUDAD DE MÉXICO, FRANCISCO PÉREZ ARCE IBARRA: Compañera Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum; compañeras, compañeros. Aquí en este lugar se cometió el crimen, un crimen de estado.
El presidente, Díaz Ordaz; su secretario de Gobernación, Luis Echeverría; su jefe del Estado Mayor Presidencial, Luis Gutiérrez Oropeza, fueron los responsables directos, pero los culpables son muchos más, los que participaron y los que callaron, los que voltearon hacia otro lado, los que inventaron otra historia, todos los que intentaron ocultar la tremenda verdad tras un velo de mentiras.
Un crimen de Estado atañe a muchos más que unos cuantos individuos confabulados para dar la orden de jalar el gatillo. No podemos olvidar que cuando el presidente dijo solemnemente que se hacía responsable de los hechos del 68, los diputados se pusieron de pie y aplaudieron; no solo se hacían cómplices del crimen, sino que asumían como algo justificable la acción asesina del Estado.
Lo tenían todo planeado, los francotiradores en las ventanas de algunos departamentos que dispararon contra la multitud y contra los soldados que entraban a la Plaza, a bayoneta calada; los mandos del ejército que ordenaron llevar los fusiles abastecidos y ordenaron también no disparar hasta que hubiera caído uno de los militares; un plan perverso que tenía como fin presentar lo sucedido como una agresión de los estudiantes que tuvo que ser repelida por la tropa.
Y tenían preparados, por supuesto, los boletines de prensa del día siguiente que hablarían del enfrentamiento, de una batalla campal, incluso de respuesta heroica del ejército en legítima defensa, pero su versión no fue creída ni diez minutos.
La versión que de inmediato se asentó en la conciencia de la sociedad fue la de las víctimas, no pudieron detener la avalancha de testimonios de testigos presenciales.
Cuando ya no hubo manera de ocultar la verdad, entonces algunos opinadores quisieron disminuir la calidad del crimen diciendo que no había habido tantos muertos, que solo habían sido unos cuantos. Nada logro atenuar la magnitud del crimen, nada atenúa la culpa de los asesinos.
No sé cuándo se acuño la frase “2 de octubre no se olvida”, pero fue muy pronto, y la frase ha viajado 53 años y sigue repitiéndose; una frase que la nación lleva tatuada en la piel. Esa frase derrotó al poder, los asesinos querían matarnos dos veces, una mediante las balas y otra mediante el olvido.
La represión del movimiento fue tan desproporcionada, tan incomprensible, tan grande, que a menudo ha impedido ver lo que fue el movimiento, porque antes de la tragedia fue una fiesta, un canto de rebeldía, de libertad, de irreverencia. Las imágenes que lo que lo describen son las calles tomadas por multitudes festivas, la cotidianidad subversiva en las escuelas que inventaban un futuro diferente.
En esas nueve semanas descubrimos la igualdad entre hombres y mujeres, la fuerza de las palabras pintadas en los muros, el significado de la demanda parisina, la imaginación al poder.
El Che, salió a marchar con nosotros, lo habían asesinado en Bolivia unos meses antes; descubrimos la afinidad latinoamericana; Vietnam estuvo presente desde las primeras manifestaciones; Morelos, Villa, Zapata, Flores Magón también salieron a las calles a marchar con nosotros. Esa fiesta terminó en tragedia porque el Gobierno autoritario no podía permitir la libertad, esa libertad ejercida sin permiso por jóvenes, porque la libertad puede ser contagiosa.
El Gobierno no entendió lo que estaba pasando, fue incapaz de escuchar la demanda de diálogo público, la palabra diálogo no estaba en su diccionario y quiso terminar de un solo golpe –con fuerza desproporcionada– un movimiento que era pacífico. El crimen de Tlatelolco consiguió acabar con el movimiento, pero selló la derrota moral del régimen.
Todo lo sucedido entre el 26 de julio y el 2 de octubre 1968 –las multitudes en las calles, las voces libertarias, los muros cargados de poesía, la imaginación queriendo escalar al cielo, las nuevas formas de vislumbrar la relación con el poder, la sublevación de la vida cotidiana en las escuelas y, a menudo también, en las familias– todo eso representó una victoria cultural del Movimiento.
Fue doloroso el costo de esa victoria moral, cientos de inocentes muertos. El Movimiento del 68 con su carga de dolor fue una cuña que empezó a cambiar la conciencia nacional.
No olvido –no olvidemos– que los normalistas de Ayotzinapa atacados en Iguala el 26 de septiembre del 2014 iban por camiones para venir a la marcha del 2 de octubre en el XLVI Aniversario de la Masacre.
Jóvenes estudiantes, que venían a homenajear a otros jóvenes, a recordar una fecha que representa la rebeldía; otra vez el Estado atacó a los estudiantes y desde entonces nos faltan 43, número que también tiene México tatuado en la piel.
¡2 de octubre no se olvida! Gracias.
MAGISTRADO PRESIDENTE DEL PODER JUDICIAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO, RAFAEL GUERRA ÁLVAREZ: Buenos días. Buenos días a todos; buenos días al presídium; doctora Claudia Sheinbaum Pardo, buenos días, doctora.
Con la venia del presídium, damas y caballeros, distinguidas y distinguidos invitados.
La fecha que nos convoca representa profundos y variados significados para nuestra identidad nacional. Algunos de esos significados tienen un incalculable peso político y social; y otros, un inefable valor emocional.
Es imposible poner en palabras el significado de la masacre del 2 de octubre.
La sangre vertida en la Plaza de las Tres Culturas dejó una marca imborrable y su herida no será cerrada jamás. Sin embargo, en un sentido más amplio, gracias al sacrificio de las víctimas, México dio un paso histórico para reformar al poder público y replantear la relación entre el ciudadano y el Estado.
Esas vidas no se perdieron en vano, su espíritu sigue entre nosotros, inspirando al verdadero cambio social. Nuestros muertos tienen una ofrenda permanente en la democracia que vivimos, hoy y es absolutamente correcto y apropiado que refrendemos su derecho a la memoria.
Esa memoria evoca la fortaleza del cambio social, la transformación del poder público y la dignidad de la movilización pacífica, no debemos permitir que el dolor nos impida aprender el verdadero significado de la historia.
El 2 de octubre, representa la fuerza de los movimientos sociales que traen consigo el verdadero progreso político, cultural y espiritual de nuestra Nación.
El Poder Judicial de la Ciudad de México venera el espíritu revolucionario de la libre y pacífica manifestación para dar voz a quienes no son escuchados y, sobre todo, para marcar la auténtica, la auténtica senda del progreso.
Cada causa, cada movimiento, cada liderazgo habrán de guiarnos con el estruendo, o el silencio de su ejemplo, pero lo más importante de todas las memorias de esta fecha, debe ser condenar la violencia en todas sus formas y fuentes, así como reivindicar el poder de la no violencia, para mover los engranes del cambio.
La no violencia debe ser la verdadera herramienta del cambio y progreso, así como como la que usaron Jesucristo, Nelson Mandela, Gandhi, entre otros líderes y mortales, la no violencia está en nuestras manos.
Martin Luther King decía que “ la no violencia es un arma poderosa y justa, que corta sin herir y ennoblece a quiénes la empuñan. La no violencia es una espada que cura”.
Recordemos la vida de quiénes sacrificaron para iluminar el camino del futuro, renovemos nuestra causa con ejemplo y empuñemos con fuerza la no violencia para ser más noble la vida en esta tierra y en esta ciudad.
Gracias, muy amables.