Transcripción de las palabras de la Jefa De Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, durante el Foro “Mujeres Gobernando” en Guadalajara, Jalisco

Publicado el 25 Marzo 2023

JEFA DE GOBIERNO, CLAUDIA SHEINBAUM PARDO (CSP): Muchas gracias, me da mucho gusto estar aquí con ustedes, por varias razones.

Primero, agradecerle a Zoé, primera presidenta de la Federación Universitaria Estudiantil en la UDG; por supuesto, a una joven y gran gobernadora del Estado de Colima, a Indira Vizcaíno; y, por supuesto, a Geraldine, que está aquí con nosotros, que es presidenta municipal de Tepic. Tres grandes mujeres que están al frente de sus espacios.

Y digo que es para mí un placer y emoción estar aquí, primero, porque soy universitaria. Aunque ustedes no lo crean, todavía, por ahí, soy investigadora del Instituto de Ingeniería de la UNAM. Durante muchos años de mi vida me dediqué a ser profesora universitaria en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, en la Facultad de Ciencias, y también investigadora. Así que la universidad la llevamos en la sangre. Y, segundo, porque mi padre estudió en la UDG, entonces yo digo que de alguna manera soy hija de la Universidad de Guadalajara, también, así que me da mucho gusto estar aquí con ustedes.

Y, yo no sé ustedes, pero yo me sentí muy emocionada de escuchar las palabras de Salvador Allende. Salvador Allende estuvo aquí hace 50 años. Meses después de que estuvo en México, en la Universidad de Guadalajara, vino en septiembre de 1973 el terrible golpe de Estado. Salvador Allende decidió, en la Casa de la Moneda, cuando entraban los militares, quitarse la vida para no tener que caer en manos de estos opresores. Y el pueblo chileno vivió una de las peores historias que ha vivido la humanidad; represión, autoritarismo, negación de la juventud, negación de la libertad, negación de la democracia.

Entonces, cuando Salvador Allende estuvo en México, vivíase un momento en donde quizá había derecho a la educación o al menos una consideración a los derechos sociales, pero se vivía un enorme autoritarismo.

Acababa de ocurrir hace algunos años, nada más, la matanza de los estudiantes en Tlatelolco, en 1968; es decir, estábamos hablando de que apenas hacía cinco años que había ocurrido la matanza de los estudiantes. Y apenas había ocurrido un año o año y medio de la represión de 1971 contra los estudiantes universitarios. Entonces, el autoritarismo, la falta de libertades, la opresión, la simulación de la democracia gobernaba nuestro país.

Fueron tiempos oscuros para México. Se ve muy lejano los 50 años, pero no lo son tanto; ustedes porque nacieron hace poco, pero para quienes éramos niños o niñas entonces, se quedó clavado en la memoria y en el corazón la terrible represión y el autoritarismo.

Salvador Allende soñó que por la vía democrática, por la vía pacífica se podía transformar a los países; 50 años después o poco menos de 50 años después, en nuestro país gobierna un gobierno completamente distinto. En Colombia hay un gobierno de izquierda, en Chile hay un gobierno de izquierda, en Bolivia hay un gobierno que piensa en el pueblo, en sus pueblos.

Eso es parte de la herencia, del legado de un hombre pacifista que quiso transformar a su país, y que los intereses más oscuros cuando él nacionaliza el cobre se imponen para quitarle la vida y quitarle la vida a muchos chilenos. Y eso no se puede olvidar.

En México, después de esos años, vinieron supuestos años de democracia. Fue cuando a mí me toca entrar al CCH Sur —me van a decir “uy, qué vieja está”—, pero yo entré al CCH en 1978.

Tiempo después, en 1986 - ‘87, se vivió quizás uno de los primeros movimientos estudiantiles en contra del neoliberalismo. Con el golpe de Estado chileno, con el autoritarismo en México, con un fraude electoral llevado a cabo en 1988, se impuso un modelo económico: el neoliberalismo, que lo que buscó y casi logró fue que desaparecieran los grandes derechos sociales, y entre ellos el derecho a la educación.

En ‘86 - ‘87, un rector en la Universidad Nacional Autónoma de México decidió elevar las cuotas de la universidad; la colegiatura, las inscripciones. Y decidió imponer un modelo de exámenes únicos para todas las carreras. Y los estudiantes nos levantamos.

Fíjense, lo que decían entonces, la educación para los estudiantes entonces no tenía valor porque no se pagaba por ella. Decían: “Cuesta más una cajetilla de cigarros —hoy eso no se usa—, cuesta más una cajetilla de cigarros que la educación”. Y comenzaban a convencer al pueblo. ¿Y qué dijimos los estudiantes entonces? Qué lo defendemos hoy y muchos años después: “Perdón, la educación no es una mercancía, la educación no se mide por lo que se paga; la educación es un derecho del pueblo de México, desde la educación inicial hasta el posgrado”.

Aquel movimiento fue triunfante, echamos atrás esas reformas, porque logramos convencer que eso era lo que estaba establecido en el tercero constitucional: el derecho a la educación, que estaba desde 1917 y que fue realidad con Vasconcelos, qué prácticamente cumple 100 años la Secretaría de Educación Pública.

Pues en los últimos años, recientes 30 años, antes del 2018, siguieron insistiendo en que la educación era una mercancía, y muchas universidades cerraron sus puertas.

Imagínense lo que vivimos hoy. No hay suficientes médicos, no hay suficientes médicos especialistas en el país para cumplir el otro gran derecho del pueblo de México y de la humanidad, que es el derecho a la salud, porque cerraron las puertas de las universidades públicas y lo que crecieron fueron las universidades privadas. No porque no queramos que haya universidades privadas —quien tenga dinero, que pague por una educación privada—, pero la educación es un derecho, y es el que abre el derecho a otros derechos.

Porque si no hay médicos, no hay derecho a la salud; porque si no hay ingenieros, no se pueden construir presas y carreteras en nuestro país; porque si no hay filósofos, no se sabe de la historia de México y de sus convicciones; porque si no hay historiadores, se habla del fin de la historia, como habló el neoliberalismo.

Eso es lo que se acabó en el 2018. No es menor la transformación que está viviendo nuestro país. Habrá quien tenga algunas pequeñas diferencias, pero hoy tenemos un gobierno del pueblo y para el pueblo; que concibe que la educación es un derecho, que concibe que la salud es un derecho, que concibe que la vivienda es un derecho, que concibe que la pensión de los adultos mayores es un derecho.

Y esa es la gran diferencia entre quien está de un lado y defiende la mercantilización de todo, hasta de la naturaleza, en quien defiende la mercantilización hasta del amor, quien defiende que el mercado debe apoderarse de todo; y los que defendemos, que estamos del otro lado, y que decimos: sí, por supuesto que tiene que haber mercado, por supuesto que tiene que haber iniciativa privada, pero tiene que haber derechos del pueblo de México. Y eso no está en negociación.

Está del otro lado el que piensa que la corrupción tiene que seguir imperando en nuestro país, que la corrupción es parte de la cultura del mexicano y la mexicana. Y estamos del otro lado, los que sabemos que el pueblo de México es solidario, es fraterno y que está en contra de la corrupción de sus gobernantes. Ahí no hay negociación.

Hoy México está cambiando y tenemos el gran privilegio de tener un hombre como Presidente, que por encima de todo, tiene un profundo amor al pueblo de México; que dejó atrás el neoliberalismo y que construye una economía moral; que dejó atrás la corrupción y que pelea todos los días por la honestidad; que dejó atrás aquellos que querían quitarse el orgullo de ser mexicanos y mexicanas, y de nuestra historia, y que construye todos los días el orgullo del pueblo de México en su historia, en su sabiduría y en los héroes que nos dieron Patria y en las heroínas que nos dieron Patria. Eso es lo que ha cambiado en nuestro país.

Y eso hoy lo llamamos Humanismo Mexicano. Y para mí el Humanismo Mexicano tiene una serie de principios, principios que también caracterizan lo que hoy llamamos la Cuarta Transformación de la Vida Pública de México.

“Por el bien de todos, primero los pobres”, parece una frase ya, porque se ha repetido muchas veces, pero el destino de un país no es millones y millones de hombres y mujeres en la pobreza; el destino de un país no es suponer que el que haya pobres tiene que ver porque no hicieron el suficiente esfuerzo. El destino de un país es la fraternidad, es la solidaridad, es saber que el que camina al frente, siempre tiene que mirar aquel que no ha podido levantarse.

Y eso solo se consigue con un Estado que piensa en los que menos tienen, en los grandes derechos del pueblo de México: en la educación, en la salud, en la vivienda, en el derecho a la cultura también, en el derecho a una vida digna, en el derecho a un salario digno, en el derecho al empleo digno, en el derecho a la tierra. Sin esos derechos, millones y millones de mexicanos y mexicanas seguirían en la pobreza.

En un Estado que distribuye la riqueza, que no es un asunto de que el de arriba va a voltear abajo, sino que tiene que haber un Estado que garantice que el más pobre tenga los derechos y pueda salir adelante. Eso significa “Por el bien de todos, primero los pobres”.

Lo segundo es: “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”. Porque aquí en México surgió un modelo en la cabeza de Juárez, que se llama Austeridad Republicana, que pensó, que diseñó que un gobierno no puede utilizar los recursos del pueblo para su propio beneficio, no solamente por corrupción, sino también por privilegios; y que los recursos del pueblo tienen que regresar al pueblo.

Y el tercero: “El poder solo es virtud cuando se pone al servicio de los demás”. Y aquí me refiero a las y los jóvenes. Como dijo Salvador Allende, los jóvenes, las jóvenes tienen una gran responsabilidad porque son el relevo generacional. Y un relevo generacional que piense egoístamente, solo en sí mismo, difícilmente va a poder pensar en la sociedad.

Las y los jóvenes tienen una gran responsabilidad que es pensar en el pueblo de México, en la sociedad, en una sociedad más justa. Por eso Allende, cuando decía: cuando acaben de ser ingenieros, ingenieras, cuando acaben de ser historiadores, abogados, abogadas, tienen que regresar a su pueblo, no se les puede olvidar. Porque el egoísmo solo lleva a la desigualdad y es un asunto personal, es un asunto de Estado y es un asunto de una sociedad.

Por eso cuando decimos: “El poder solo es virtud cuando se pone al servicio de los demás”, es porque, si como personas tenemos que pensar en el otro, en la otra, como gobernantes aún más.

Nosotros en la ciudad decimos: gobernamos como ciudadanos, como ciudadanas. Porque en el momento en que nos subimos al ladrillo, pensamos que estamos por encima de los demás, y no, no estamos por encima de los demás. Somos un ciudadano más, una ciudadana más que tiene una responsabilidad; y su responsabilidad es siempre pensar en los demás, en el prójimo, en que todos los demás y en particular los que menos tienen, tengan la posibilidad de salir adelante.

Por eso en la ciudad, como Jefa de Gobierno, con esos principios hicimos algunas acciones que se las platico muy, muy, brevemente.

Nosotros hicimos una beca universal para todos los niños y todas las niñas, de preescolar a secundaria. Había una beca en la ciudad que se llamaba: "Niños y niñas talento", que se le daba solo a los que tenían 9 y 10 de promedio, y eso era una meritocracia en el salón de clases. Suponiendo que un niño o una niña, solo con su esfuerzo podía obtener una buena calificación —claro que todos necesitamos esforzarnos, por supuesto—, pero quien no llegó desayunado a la escuela, no necesariamente tiene una buena calificación.

Por eso decidimos hacerla universal, todos los niños y niñas tienen una beca, se llama “Bienestar para Niñas y Niños. Mi Beca para Empezar”. Y, además, solo es para los que van a educación pública, porque “por el bien de todos, primero los pobres”, y porque la educación pública ya es, pero tiene que seguir siendo la mejor de todas las educaciones.

Y la otra. Hicimos dos universidades públicas nuevas, que no se hacían desde que el Presidente López Obrador fue Jefe de Gobierno: la universidad "Rosario Castellanos" y la Universidad de la Salud. Hoy son 40 mil jóvenes que tienen derecho a la educación superior y es gratuita, porque la educación pública debe ser gratuita; 22 carreras, maestrías, doctorados, jóvenes que antes eran rechazados de las universidades públicas y que hoy tienen el derecho a la educación.

Si cuando fui joven luché por el derecho a la educación, como Jefa de Gobierno lo menos que podía hacer es poner más universidades para que los jóvenes tuvieran acceso a la educación superior. Hoy son 40 mil jóvenes y van a ser 50 mil jóvenes.

Puedo platicarles muchas otras cosas, pero no quiero cansarlos de lo que hemos hecho en la ciudad. Entre otras, un proyecto de movilidad muy importante: teleféricos, trolebuses elevados, más trolebuses, autobuses eléctricos, solo con recursos públicos.

Y quiero cerrar con el tema de las mujeres. Miren, así como hablamos del derecho a la educación, del derecho a la salud, de los grandes derechos, las mujeres históricamente fueron relegadas de los derechos.

Dice Angela Davis, una feminista que luchó por los derechos civiles en Estados Unidos: ser feminista es asumir que las mujeres somos personas. Ni nada más, ni nada menos.

Y los derechos de las mujeres no solamente tiene que ver con romper el “techo de cristal”, aunque sí, porque también en los derechos de las mujeres están las mujeres indígenas, que viven una realidad muy distinta de las mujeres de clase alta. Todas viven violencias, pero hay mujeres que están en una condición distinta. Por eso yo hablo de un feminismo social, porque nunca se nos debe olvidar las desigualdades también entre las mujeres y la lucha por la que menos tiene.

Y aquí, en este momento que ya platicó Indira, de la historia de México, también cambió la historia para las mujeres, porque hoy hay un gabinete paritario en el Gobierno federal, nunca antes lo había habido; porque hoy la mitad de las mujeres están en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores; porque hoy hay muchas más presidentas municipales; porque hoy habemos más gobernadoras, nueve gobernadoras.

Fíjense, hace 50 años estuvo Salvador Allende aquí; hace 70 años, solo 20 años antes, las mujeres consiguieron el derecho a votar. No son tantos años. Y hoy las mujeres tenemos acceso a muchos derechos que antes no había habido, y aun así sigue existiendo la violencia contra las mujeres. Y eso, en el fondo, esa violencia tiene que ver con discriminación, con suponer que las mujeres no somos personas y que no tememos derecho y que es factible violentarnos.

Por eso en el fondo es la lucha por el derecho o los derechos de las mujeres, y es el derecho a la salud de las mujeres, el derecho a la educación, el derecho a vivir una vida libre de violencia. Y esa es parte de nuestra lucha por un México con justicia.

Y, como cierro la mayor parte de mis pláticas. Primero, antes de cerrar con ello, no se les olvide la frase de Salvador Allende: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Y ser revolucionario es luchar por la justicia social y luchar por los derechos de las mujeres.

Una niña tiene que saber que tiene todos sus derechos, una joven también; que una niña sueñe con ser lo que ella quiera ser, que nada lo impida. Esa es la lucha también de todas y de todos nosotros, porque no es solo una lucha de las mujeres.

Y que una niña sepa que puede ser astronauta, que puede ser ingeniera, que puede ser abogada, que puede ser diputada, que puede ser senadora, que puede ser presidenta municipal, que puede ser gobernadora y también Presidenta de la República.

¡Muchas gracias!

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